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Trabajaba como moza en un bar y ganó una beca para doctorarse

Soledad Bravo es rosarina y estudió Ciencia Política. Ahora busca obtener un nuevo título gracias a una ayuda académica que le otorgó la OEA

 

Un día como tantos otros, Soledad Bravo atendía el bar de Mendoza al 1500 cuando recibió un mail que le cambió la vida, y la llenó de ilusión. El mensaje le confirmaba que había ganado una beca completa, de cuatro años, para realizar un doctorado en la Universidad Federal de Pernambuco, en Brasil. Está allí desde febrero, y sueña con volver y cambiar la realidad de la Argentina.

En diálogo con La Capital, desde la ciudad de Recife, donde vive desde febrero, Soledad contó cómo llegó a obtener una beca a la que aspiran miles de jóvenes latinoamericanos.

Soledad nació en barrio Echesortu hace 28 años y allí creció. Terminó el secundario en la escuela San Miguel Arcángel, con gran esfuerzo por parte de sus padres.

«La crisis de 2001 me pegó fuerte. No entendía por qué la gente se quedaba sin trabajo, había saqueos y se vivía con tanta desesperación. En ese momento, a los 10 años, decidí que quería hacer algo por el país, y para eso tenía que estudiar Ciencia Política», rememoró la joven.

«Nunca me resigné a que hubiera gente en la peatonal pidiendo y nadie la mirara», continuó la joven que no tolera la indiferencia. «Todo eso me llevó a preguntarme qué podía hacer», continuó quien militó en un grupo estudiantil durante sus años de facultad.

Empezó a estudiar en la Universidad Nacional de Rosario (UNR) con gran entusiasmo y consiguió un trabajo en un local de estética. Para mejorar su salida laboral, hizo un curso de asistente jurídico y, al terminar entró en un estudio de abogados, donde trabajó dos años.

Para ese entonces se había cambiado a una universidad privada porque los horarios de la UNR no le permitían seguir estudiando y trabajando. Allí hizo dos años en uno, con el objetivo de lograr un mejor trabajo. «Pero no fue así», reconoció.

En noviembre de 2006 se recibió con la máxima calificación, y durante dos meses repartió su currículum vitae por la ciudad.

Consiguió un trabajo de moza en un bar. «Aprendí mucho porque ahí te das cuenta de que somos todos iguales. Nadie es más por sentarse en una mesa y tampoco menos si te sirve el café. Entendí la importancia de un «buenos días», de un «gracias» y de una mirada sincera», reflexionó.

Entre café y café, Soledad siguió buscando opciones. Se conectó con varias universidades extranjeras y cursó una maestría on line en gestión de organizaciones no gubernamentales, gestión de voluntariado y cooperación internacional. Esos estudios también los terminó con un 10.

No concluyó allí su afán por superarse. Se animó a más, y buscó solicitudes de becas para hacer el doctorado.

«Había muchas opciones, pero yo no me podía pagar ninguna, aunque la beca fuera del 70 por ciento», reconoció. Por eso, sin muchas esperanzas y una buena dosis de audacia, aplicó a la oferta de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Rumbo a Brasil

«Mandé dos proyectos y llené muchísimos papeles. Envié todo y me olvidé, porque jamás pensé que podría quedar elegida», confesó. Sin embargo, su tenacidad tuvo su premio. Un día, mientras trabajaba en el bar, recibió el mail que le confirmaba que había recibido la beca completa (que cubre la estadía y los estudios) para hacer el doctorado en Brasil. «¡No lo podía creer!», recordó todavía emocionada, y ese día se confundió todos los pedidos que le hicieron en el bar, pero estaba feliz.

Con gran entusiasmo, a los 15 días se fue. Dejó su departamento, renunció a su trabajo y tomó un avión rumbo a Recife. «Tuve que hacer todo muy rápido y caí cuando llegué a Brasil», contó feliz por la gran oportunidad que se le presentó. «Sé que soy una privilegiada», reconoció.

Hoy Soledad es una de las 19 estudiantes de ese curso de doctorado para el cual aplicaron más de mil personas, y ella es la única extranjera. «Quiero volver a la Argentina, dar clases o trabajar asesorando a políticos para mejorar la realidad de nuestra patria», concluyó.

Con el deseo de cambiar la realidad

Soledad se fue del país agobiada por la falta de oportunidades y de trabajo. Ella es una de tantos jóvenes que buscan otros horizontes y luchan por lo que sueñan. La asustó la realidad que vivió en 2001, y ahora también teme por la situación del país. Su gran motor es estudiar para buscar soluciones que puedan ser viables en la Argentina. Quiere participar en política, asesorar a los funcionarios para que adquieran una mirada social de la realidad. Le quedan cuatro años y le sobran proyectos y ganas de volver a Rosario para trabajar por ellos.

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