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Llegar al trasplante: una carrera contrarreloj para prolongar la vida

La provincia concretó ya 78 procesos de donación de órganos, superando su récord histórico. Las instituciones de salud jugaron un rol clave.

El hombre, de jean y camisa a cuadros, exhibe una sonrisa enorme. Da tres pasos firmes, se detiene y vuelve a sonreír a la cámara. La coordinadora de la Unidad de Procuración y Trasplante del Hospital de Emergencias Clemente Alvarez (Heca), Verónica Di Santo, es quien muestra la imagen. «Son las grandes emociones que me da mi trabajo», confirma, como para sí, con los ojos clavados en la pantalla de su celular, donde se reproduce el video que se grabó en un hospital de Corrientes. Hace sólo una semana, el hombre que ahora estira la mano con puño cerrado y el dedo pulgar hacia arriba, pelaba por su vida mientras esperaba un trasplante de corazón. La imagen vale más que mil palabras: la carrera contrarreloj que se inició en el hospital rosarino cuando se detectó un potencial donante fue efectiva y la operación que terminó a unos 750 kilómetros de Crespo y Pellegrini, fue un éxito.

El jueves pasado, al mediodía, mientras la médica compartía el video, había en el país 7.170 personas que necesitaban un trasplante para salvar su vida. Hoy seguramente serán más. «Nuestra preocupación son esas personas que necesitan de un trasplante para salvar su vida, pero también estamos para acompañar a esas familias que perdieron a un ser querido en ese momento tan difícil», señala la médica, que desde hace siete años está al frente de los operativos de procuración de órganos en el Heca.

La semana pasada, el Ministerio de Salud de la provincia anunció que Santa Fe concretó 78 procesos de donación de órganos en el año, superando así el récord anual de 77 donantes al que se había llegado en los dos últimos años. La marca se logró dos meses antes de que termine 2019. Para el director del Centro Unico de Donación, Ablación e Implante de Organos, Martín Cuesta (Cudaio), «se trata de un logro de toda la sociedad santafesina», donde las instituciones de salud y el compromiso de sus profesionales juegan un rol clave.

El Heca es el centro de salud santafesino que más contribuyó a lograr ese número. En lo que va del año, se realizaron 26 procedimientos de procuración de órganos, el segundo lugar fue para el hospital Cullen de la ciudad de Santa Fe, con 15 procedimientos, y el tercero para el Hospital Italiano de Rosario, con cinco.

Gran parte de ese logro tiene que ver con la especialidad del hospital, centro de derivación de pacientes neuroquirúrgicos, donde buscan consuelo las personas lesionadas en siniestros viales, accidentes o heridos de bala. Pero también con el trabajo que, de manera constante y en forma anónima, realiza su equipo de procuración y los profesionales del hospital.

El momento más difícil

Según las estadísticas, cualquier persona tiene tres veces más posibilidades de necesitar un órgano para superar una enfermedad que de ser donante. La donación es posible cuando el deceso se produce por muerte encefálica, nombre que dan los médicos al cese completo e irreversible de las funciones de ambos hemisferios cerebrales y del tronco encefálico.

El fallecimiento, además, tiene que ocurrir en un hospital. «Para que una persona sea donante tiene que estar muy bien tratada en terapia intensiva, porque si el paciente no está bien tratado cuando está vivo, sus órganos no llegarían en condiciones al trasplante porque los órganos empiezan a fallar enseguida. Eso hace que en el Heca tengamos muchos pacientes que son potenciales donantes», señala Di Santo.

Los operativos de procuración de órganos para trasplante son verdaderas carreras contrarreloj. Si el personal de salud no estuviera enfundado en ambos y barbijos, parecería protagonista de un ballet, donde todos los movimientos están bien estudiados, coordinados, perfectos.

Nada está librado al azar, cuando un médico de terapia sospecha que un paciente tiene muerte cerebral se pone en marcha el protocolo del Instituto Nacional Central Unico Coordinador de Ablación e Implante (Incucai), que ordena los procedimientos a seguir: cuando los exámenes neurológicos dejan de mostrar reflejos, se avisa a los médicos de la unidad de trasplante, que vuelve a evaluar al paciente; después es el turno de un neurólogo que certifica la muerte cerebral.

«Tres profesionales intervienen para verificar la muerte y se registran los distintos métodos de diagnóstico. También, como generalmente se trata de situaciones de muertes violentas, suelen intervenir médicos policiales, fiscales y jueces que autorizan la ablación. No es una tarea liviana», cuenta la médica.

In memoriam

La Unidad de Procuración y Trasplante del Heca lleva el nombre de «Antonella Trivisonno», la niña de seis años que hace dos décadas se convirtió en la imagen de las campañas de donación de órganos. La pequeña falleció en un trágico accidente de tránsito, en Salta y Ovidio Lagos, y los Trivisonno no sólo tomaron la decisión de mejorar la vida de otras personas, sino que también empezaron a trabajar para promover la donación.

“Nuestro primer objetivo es toda la gente que está en lista de espera de un trasplante, el segundo es acompañar a los familiares y darles contención en un momento dificilísimo. En un alto porcentaje, los potenciales donantes son gente joven, sana, que salió de su casa, tuvo un accidente en la vía pública y llegó al hospital, pero los familiares se encuentran con un médico que les dice que no hay nada más por hacer”, dice Eliana Sánchez, médica, becaria del Incucai y una de las encargadas de abordar las entrevistas con las familias.

La actual ley de donación de órganos, afirma, facilitó estas entrevistas. Con la ley anterior, de donante presunto, la familia no tenía que autorizar la ablación pero sí se le solicitaba que dé testimonio de la última voluntad del fallecido respecto al tema. Ahora no existe ese requisito, no se pregunta más a la familia qué es lo que pensaba el fallecido, pero existe una comunicación familiar, una información sobre cómo es el proceso.

La norma es más conocida por el nombre de la niña que la inspiró, Justina Lo Cane, una nena de 12 años que falleció mientras aguardaba un trasplante de corazón. La ley establece que todas las personas son donantes, salvo que en vida hayan expresado lo contrario.

Aún así, advierte Sánchez, “nunca se hace una ablación sin estar avalados por los familiares”.

Un hospital donante

El Heca es uno de los centros de Salud que el Incucai considera como “hospital donante”. Di Santo lleva 20 años trabajando como médica en terapia intensiva, “antes los terapistas veíamos un potencial donante y notificábamos a la gente del Cudaio para que iniciara el operativo. Actualmente se considera a la donación como una función más del hospital, así como le damos la mejor atención a la persona que llega por un trauma, sabemos que es nuestra función también atender las necesidades de toda la gente que está en lista de espera de un trasplante”, señala.

Cuando la entrevista con los familiares concluye, se disparan los procedimientos médicos que van a permitir la ablación. Con el tiempo jugando en contra, se realizan decenas de análisis, desde los más simples de tipo y factor sanguíneo hasta determinaciones para descartar enfermedades y establecer compatibilidades. Algunas muestras de sangre se analizan en laboratorios de Santa Fe o de la ciudad de Buenos Aires.

Toda esta información, se carga en el Sintra (Sistema Nacional de Información de Procuración y Trasplante), una base de datos a partir de la que se distribuyen los órganos y tejidos. Las personas que están a la espera de un trasplante, identificadas con su nombre de usuario y contraseña, pueden acceder a toda esta información.

Una vez que este trámite esté completo, los equipos que realizarán los trasplantes llegarán al hospital para ablacionar los órganos. Nuevamente la tarea es coral. Cada uno tiene su turno en el quirófano, cada órgano tiene su tiempo: el corazón es el más delicado, desde la ablación al trasplante no pueden pasar más de cuatro horas.

Los médicos dejan el quirófano corriendo y suben a una ambulancia, en medio de un operativo de tránsito digno de una serie de televisión. A veces, un detalle mínimo parece una amenaza: los días de niebla, por ejemplo, y el cierre del aeropuerto pueden ser obstáculos insalvables.

“Cuando por fin ves salir a la ambulancia, la satisfacción es enorme”, asegura Di Santo. Por ley, ni los familiares de los donantes ni los médicos que participan de los operativos pueden saber la identidad de las personas que reciben el trasplante. Sin embargo, tras las cirugías, muchas veces reciben el mensaje de WhatsApp que les indica que “todo salió bien”. Otras también un saludo, un audio o un video de una persona que se va del hospital, jean y camisa a cuadros, con una sonrisa. Y entonces, dicen, sienten que todo tuvo sentido.

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