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Estudiantes de dos escuelas de Rosario construirán satélites del tamaño de una lata

Son estudiantes de escuelas secundarias y cuando se anotaron en la Competencia Cansat Argentina impulsada por varias agencias espaciales del mundo, asumieron el desafío y el compromiso de crear un proyecto que jamás hubieran imaginado concretar: la construcción de un satélite a escala para resolver una problemática ambiental. En el desarrollo de las habilidades científicas y tecnológicas aprendieron a diseñar en tres dimensiones, incorporar diferentes sensores de medición y poner a prueba un paracaídas para su posible lanzamiento.

Con el fin de acercar la ciencia y la tecnología a alumnos de colegios secundarios, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (Mincyt) y la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) diseñaron la Convocatoria Cansat Argentina. En la segunda edición de esta experiencia participaron más de 400 equipos de todo el país que debían presentar un proyecto regional que resuelva una problemática ambiental. De los 30 seleccionados, dos son de Rosario: la Escuela Nº 3.088 San Bartolomé y la Escuela de Educación Técnico Profesional Nº 466 General Manuel N. Savio. De Santa Fe también fueron elegidas la Técnica Nº 643 Granaderos de San Lorenzo (Roldán) y la Técnica Nº 461 General José de San Martín (Reconquista).

Mientras transitan la etapa final de la competencia —que determinará los cuatro equipos finalistas que viajarán en septiembre al centro espacial de la Conae en Córdoba para lanzar sus satélites— La Capital conversó con el equipo de sexto año de la Técnica Nº 466 acerca de este gran desafío.

Durante una recorrida que emprendieron por los laboratorios del Instituto de Física Rosario (Ifir) del Conicet con el objetivo de calibrar los sensores de material particulado y monóxido de carbono, estudiantes y profesores explicaron el funcionamiento del satélite diseñado. “La misión consiste en analizar la calidad de aire de la quema de pastizales en el Delta del río Paraná”, afirman. La jornada de pruebas finalizó con la realización del ensayo en una cámara de humo que simula un incendio y permite comprobar los valores que emite el sensor.

Acercar la ciencia

Cansat Argentina es una iniciativa internacional impulsada por varias agencias espaciales del mundo, entre ellas la Nasa (la agencia del gobierno de los Estados Unidos) y la ESA (Europa), que propone a estudiantes construir una carga útil, cuyo tamaño no supere al de una lata de gaseosa, y lanzarla en un cohete hasta una altitud aproximada de un kilómetro. De allí, el término “can” (lata) y “sat” (satélite), por sus siglas en inglés.

El objetivo de la competencia es contribuir al desarrollo de habilidades tecnológicas y a la promoción de una cultura científica e innovadora, ampliando la base de futuros profesionales y fortaleciendo los medios que aseguren la sostenibilidad del sector espacial en la Argentina.

Así, cada equipo debía construir un satélite a escala del tamaño de una lata. Quienes alcancen la etapa final tendrán la oportunidad de participar en la campaña de lanzamiento, realizar distintas pruebas y mediciones.

Los equipos participantes fueron cumpliendo con diferentes instancias: capacitación virtual obligatoria destinada a docentes y estudiantes inscriptos para adquirir conocimientos, herramientas y materiales necesarios para llevar adelante el desarrollo del proyecto. La etapa siguiente consistió en la escritura y presentación del proyecto. Los equipos elegidos recibieron un kit de materiales específicos para llevar adelante la construcción del Cansat y fueron entregando pruebas de avance para dar cuenta del desarrollo de sus cargas útiles hasta la validación final que se anunciará en estos días donde se seleccionarán los equipos ganadores de la convocatoria, que viajarán para participar en la campaña de lanzamiento de sus satélites y podrán realizar todas las pruebas de medición diseñadas.

Probando sensores

Los alumnos Gonzalo Ríos y Francisco Thiebat (de la especialidad de mecánica) y Valeria Milena Agostini y Luca Di Gregorio (electrónica) conformaron el equipo de la Manuel Savio, acompañado por varios profesores de la institución, entre ellos Gustavo Massaccesi de electrónica y Bárbara Boccoli a cargo de prácticas profesionalizantes.

El satélite programado con Arduino tiene varios sensores: de humedad, presión, altura, de monóxido de carbono, de material particulado y también un luxómetro. En el caso de ser finalistas, los colocarán en una estructura que lanzarán en paracaídas desde un cohete.

“En el Ifir comparamos nuestros sensores con uno calibrado para saber si nos da bien. Medimos el humo que puede existir en las partículas en la zona y al mismo tiempo el monóxido de carbono para saber qué tan contaminado está el aire que respiramos”, explica Luca, conforme con los resultados obtenidos.

Con su compañera Valeria se ocuparon de la programación que antes calibraron en el laboratorio de la escuela, “por la pandemia no pudimos aprender muchas cosas como lo estamos haciendo ahora con este proyecto, por eso que haya sido seleccionado y sea uno de los 30 de todo el país es muy loco”, admite la chica.

Francisco y Gonzalo se ocuparon del diseño y la estructura del satélite, que durante su carrera de descenso transmitirá en tiempo real a la estación terrena, una netbook ubicada en el lugar de lanzamiento del cohete. Los estudiantes señalan que tendrá que caer a una velocidad determinada, prueba que fueron a realizar al Aeroclub de Alvear desde donde simularon un lanzamiento en una avioneta. “Lo bueno de este concurso es que unió mucho las distintas especialidades que tiene la escuela, antes del proyecto nos conocíamos muy poco”, expresan.

Salir de la escuela

En el marco de la materia de prácticas profesionalizantes que vincula a estudiantes con el mundo del trabajo a través de pasantías en empresas o el diseño y ejecución de proyectos, es que surge la iniciativa de participar en esta competencia. “La escuela no puede permanecer encerrada, tiene que mantener un vínculo con la ciencia y con la sociedad, y buscar también conocimientos en otros”, destaca la profesora Boccoli. Cuando empezaron a investigar en internet qué tipo de estudios se habían realizado sobre problemática ambiental vinculada con la quema en las islas, conocieron a la científica Adriana Ipiña, responsable del primer trabajo que se realizó en la región a cargo del Ifir Rosario. Se puede acceder al informe sobre el “Impacto de las emisiones derivadas de la quema de pastizales en el Delta del río Paraná en el periodo Junio-Agosto 2022” —realizado junto a Rubén Piacentini y Raúl Bolmaro— en el Repositorio Hipermedial de la UNR.

“Que las nuevas generaciones manifiesten interés por la problemática ambiental y la ciencia vale más que cualquier reconocimiento. Es un incentivo para los investigadores que buscamos crear conciencia sobre los niveles de peligrosidad, y generar acciones para que exista una normativa”, apunta la científica, acompañando al grupo durante la recorrida por el Conicet.

Despertar vocaciones

Los profesores del departamento de Física del Colegio San Bartolomé también cuentan cómo fue su experiencia de participar en un concurso con estas características. Se muestran conformes con los logros obtenidos por tratarse de una escuela que no es técnica y que incorporó recientemente clases de robótica y programación en el nivel primario y secundario.

“Hay algo muy importante en este tipo de trabajo y es la vocación temprana. Cuando tienen 13, 14 o 15 años nuestra tarea, más allá de lo que enseñamos, es darle una mirada apasionada. La idea es despertar vocaciones tempranas para que sea mucho más sencillo luego elegir y estudiar una carrera”, reconoce a La Capital el profesor José María Palandri. Junto a Franco Navarrine plantearon el proyecto como parte de la materia de física.

En el concurso Cansat participaron nueve equipos de tercer año de la modalidad ciencias naturales y sólo uno fue seleccionado para construir un satélite. Integran el grupo Caterina Lin, Rafaella Abanto Pena, Maica Hoyos Avilés, Santino Gñiecko y Sonia Weng.

“Llegar a esta última instancia siendo tan chicos es muy valioso porque son los primeros recursos tecnológicos que utilizan y sabían que tenían que hacer un esfuerzo mayor para sostener el proyecto”, destaca la directora Teresa Seijo. Además de la participación en la competencia, el colegio planea a través del desarrollo del satélite y sus múltiples funciones, instalar una estación meteorológica con información para la comunidad.

El equipo tuvo que aprender a soldar para realizar las uniones de los circuitos. “En este tipo de proyecto debieron hacer cálculos y salir de lo abstracto para llevarlo a algo concreto y ver cómo funciona. Esto genera mucha motivación, es como armar un rompecabezas aplicando ciencia”, remarca el profesor Navarrine.

Además, explica algunos requisitos de la competencia que debieron seguir. “Si bien la Conae propone una misión primaria que es la medición de temperatura, presión y altitud, exige que cada equipo proponga una misión secundaria y que esté relacionada con alguna problemática local. Por el incendio de las islas y la toxicidad del humo, este grupo propuso la medición del monóxido de carbono”.

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